La ironía, Geertz y la descripción densa
Por
Bartolomé Antonio Cazorla Arévalo
La
pregunta a la que vamos a responder a propósito de Geertz es: ¿es
necesario que algún antropólogo tenga la necesidad de interpretar
alguna situación cultural, o simplemente nos serviría una
descripción fina de los hechos para saber realmente lo que ha
ocurrido?
Para
responder a esta pregunta vamos a aceptar que toda acción social es
siempre intencional y no son sólo unos meros hechos causales.
Además, asumimos -por influencia de Wittgenstein- que no existen
lenguajes privados sino que son públicos. Éstas son dos nociones de
las que también Geertz parte en su análisis de la interpretación
de las culturas y que serán los supuestos fundamentales de nuestra
línea argumentativa para responder a dicha cuestión.
El
primer paso que vamos a dar es caracterizar la descripción fina como
un resultado parecido al que tendría un observador que no interfiere
en los hechos. Asimismo, esto podría ser ilustrado como una cámara
invisible en medio de una acción. En filosofía analítica, esto es
denominado el tercer ojo u ojo de Dios. Dejando a parte si es posible
o no que un observador, por el mero hecho de observar, influya o no
en la acción, vamos a proceder a mostrar una hipotética descripción
fina de unos hechos:
El sujeto A entra en
una habitación de cuatro metros de largo por tres metros de ancho
por tres metros de alto, a la velocidad de un metro por segundo,
acompañado de un sujeto B -a la misma velocidad-. Esa habitación
tiene una temperatura de diez grados y una humedad del setenta por
ciento. Ambos sujetos siguen con una trayectoria recta hasta el
centro de la habitación. Una vez allí, el sujeto A da media vuelta,
mira al sujeto B y dice “qué calor hace aquí” mientras se
encoge de hombros, elevándolos dos centímetros.
¿Qué
se entiende habitualmente cuando alguien lee la descripción fina
anterior? ¿Realmente es lo que pasó, o es necesario añadir un
contexto a esa descripción y unas intenciones a los hablantes?
Lo
que se ha intentado mostrar en el ejemplo anterior es, dada una
situación en la que alguien utiliza la ironía, si es necesaria o no
una saturación de la descripción fina para entender realmente los
hechos. La postura que vamos a defender es la existencia de
determinados contextos en los que por la ambigüedad o falta de
precisión de las intenciones de los hablantes y/o por la vaga
saturación de un contexto es necesario recurrir a una descripción
densa y no a una fina. Esto no quiere decir que siempre que haya un
contexto en el que las intenciones de los hablantes intervengan
necesariamente haya que recurrir a una descripción densa para
clarificar los hechos, sino que hay unos contextos determinados -como
la ironía- en los que sí es necesario.
A
partir de esta idea y utilizando una descripción densa para definir
los mismos hechos del ejemplo anterior, decimos:
Luna y Bartolomé entran juntos en la habitación de
Bartolomé para poner un cuadro, lo que les llevará una hora. La
habitación está muy fría y húmeda y Luna, que lleva un jersey
rojo fino, no va muy abrigada. Dice “qué calor hace aquí”
mientras sonríe de manera cómplice y se encoge de hombros mostrando
que tiene frío.
Como
se puede observar, la segunda descripción muestra de mejor modo que
Luna ha proferido una ironía, y lo que realmente quería decir es
que la habitación está fría. Con la descripción fina, aun
pudiéndose dilucidar, nunca quedaría tan claro como con la
descripción densa. Además, para finalizar, se puede sugerir que
mientras más extraño nos parezca el contexto de la ironía, más
difícil será distinguirlo en la descripción fina y más se
necesitará una descripción densa.
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