viernes, 11 de octubre de 2013

Heidegger, un apunte sobre el fracaso.


Siguiendo a Heidegger podemos establecer una distinción entre cómo se organizaban los proyectos de sentido antes y después de la modernidad. Un proyecto de sentido, explicado de forma laxa, se puede entender como aquello que nos motiva y que a la vez nos guía en unos proyectos, unas metas, unos intereses, es decir, un proyecto de sentido es el modo en el que nos comprometemos a existir. 
Señalado esto, se puede caracterizar el Kósmos (el orden en el que se sujetaba todos esos proyectos de sentido) premoderno como un lugar en el que cada uno tiene su lugar natural. Nos encontramos en un sistema cerrado, fijado, jerarquizado, arborescente diría Deleuze. Sin duda es una visión aristotélica, en donde todo tiende a ir hacia su lugar natural, hacia donde le corresponde. Este paralelismo se puede llevar  a las sociedades feudales fuertemente jerarquizadas en donde la movilidad entre estamentos es nula. Heidegger nos dirá que en esta situación crea hombre menos temerosos, ya que al estar fijado al nacer en un sistema determinado en el que cada uno tiene su lugar y su camino del que no puede salir, nadie tiene que inventar sus propias reglas del juego. Todo el mundo sabe a que atenerse y por tanto su proyecto de sentido está esencialmente fijado. El caballero que no cumple su misión para su señor no fracasa como caballero, sino que ha fracasado su tarea. Esto es importante, su ser no se debate según el éxito o fracaso de su tarea. 

Esta es la diferencia fundamental con la modernidad y todo lo que vendrá después. La esencia se ha disuelto, no hay nada dado, tenemos que construir nuestro proyecto de sentido, sus reglas, sus formas, es decir, no disponemos de un marco previo que nos limite. Todo depende de nosotros y esto nos crea angustia, temor a no saber como actuar, miedo, y esto a su vez, pasividad. Es curioso como antes no podíamos hacer nada porque nuestro ser nos ataba, y ahora que no lo tenemos fijado, el miedo a crear algo nuevo nos ata las manos y nos quedamos tan parados o más que antes. Cuando fracasamos hoy día, por ejemplo: no he aprobado unas oposiciones, he perdido mi trabajo, mi pareja se ha ido con otro, ect., eso nos consume nuestro ser, es decir, tambalea toda nuestra existencia. Hoy día, al cometer errores lo pagamos caro, porque nos va nuestro ser en ello, somos lo que queremos ser y si no conseguimos lo que queremos nos cortan un miembro vital. Aquí llega unos de mis temas favoritos, el horror vacui.

Tylor en su libro Las fuentes del yo señala que desde la modernidad hasta nuestros días hay una nueva angustia que antes no se conocía: el miedo al vacío. Sin duda un tema puramente Barroco, Neobarroco si se aplica a nuestros días. Con el fracaso llega el vacío, la náusea de Sartre. Esto no lleva a la búsqueda de una nueva etapa, en la que ese vacío, ese abismo que nos atormenta y nos paraliza, seamos capaz de navegarlo con nuestra vida. 

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