lunes, 8 de diciembre de 2014

La muerte del desconodido


Esta divagación dudará lo que tarde el café en enfriarse. Muchas veces en mi vida he tenido la necesidad de crear y crear, y todo se ha reducido a pensar que tengo la necesidad de producir algo. Durante muchos años he coqueteado con diferentes modos, técnicas o gremios. Desde la pintura, la música, la literatura o incluso la danza. Tengo que reconocer que soy realmente mediocre en todo y también, todo hay que decirlo, indisciplinado (por no decir vago). La gente que destaca en algo suele dedicarse a algo con pasión, el problema es que mi pasión equivale a novedad. No sé si en un ejercicio de autocrítica o de autoengaño he llegado una serie de medias verdades que de cierta manera no me dejaba andar al ritmo que quiero. Deseamos decir mucho, y lo decimos, ¿pero quién escucha?

Este blog nació desde el aburrimiento y ese intento juvenil de llamar la atención. El blog, siempre me resultó una forma de conseguir aplausos para calentar mi ego y mi necesidad de reconocimiento. Otra muchas veces el blog fue víctima de mi ineptitud emocional y fue tatuado con el patetismo de mis sentimientos, ¿qué sería el mundo sin poetas con mal de amores? Entre intentos de grandilocuencia y cantos de desesperación he dejado en este blog más de lo que desearía. Realmente no sé si escribo junto a este café para conseguir un último gran aplauso o para llamar la atención de lo rápido que cambia la vida. Todo cambio es cambio circunstancial, y el camino que empezó ya hace algo más de cinco años en Armilla, justamente antes de empezar la universidad, acaba con este último café ya destemplado.

Mucha gente a lo largo de mi vida me ha dicho que escribo bien, que tengo buenas ideas, que incluso soy una gran persona; sin duda se lo agradezco, pero no son conscientes de mis dificultades con el lenguaje, y mi incapacidad de soportarme. Hoy día soy bastante escéptico al respecto. Mi mayor problema siempre he sido yo mismo, y responder a la pregunta "¿quién soy?" un asunto que siempre he marcado como prioritario. Sinceramente no lo sé, lo único que me motiva es seguir preguntándomelo. Ser conscientes del problema nunca es solucionar el problema, es algo que olvido con facilidad.

El camino no ha sido en balde, y aunque sigo siendo ingenuo como hace cinco años en Armilla, mi ingenuidad es diferente, el camino siempre cuenta. Mi ingenuidad, como mi insignificancia, como contingencia, como mi necesidad de ser diferente. Hay que saber diferenciar lo original, de lo auténtico. Desde esa búsqueda del aplauso y la condescendencia que me ha caracterizado, he intentado ser siempre original, diferente, único... Pero ese camino está lleno de deshonestidad, ilusión y utópica. En cambio, sí debo ser auténtico y ser consecuentemente conmigo mismo y dejar que una parte de mi muera.    

Hay que saber dejar morir las cosas porque si no, no dejamos crecer cosas nuevas en nosotros. No sé si seré capaz de dejar de hacer lo que aquí he hecho, lo que sé es que lo caminaré por sendas diferentes. Y aunque pensar demasiado pueda ser un mal vicio, y afirmar que este blog soy yo, hay que reconocer que es algo totalmente falso, este blog son muchas personas. 
-Mama, he crecido; vuelvo a ser un niño.

Para empezar son mi padre y mi madre, que en cinco años han pasado de enfrentarse a mi locura a aceptarla y quizás pronto a confiarla. También son mis hermanos mayores, que han puesto todo su empeño en que opte por el camino fácil, pero que aun siendo un incauto nunca lo acepté, son ellos sin duda los que lo han hecho fácil y lo siguen haciendo. A mis hermanos pequeños por quererme que no es tarea fácil. Son cinco maestros: Antonio Javier Tamajón Flores, Francisco Javier Lopéz de Gracia, Juan Francisco Casanova, Ángela Agudelo Piedrahita y (del que más tengo) Antonio Arévalo Santos, cada uno a su manera. Como aquí están todos invitados nunca podré dejarme a: Gustavo, Araceli, Marina, Sandra, Luna, Pilar, Nieves, Amalia, Natalia, Javier, Taha, Alan, Gabriel o Cornelia (que nunca me perdonen los que faltan) porque hay más de ellos de lo que imaginarían. Tampoco puedo dejar atrás a Granada, Pozoblanco o Bogota; la filosofía, las madrugadas o el olor a café. Esto es lo que fui, lo que sea está por caminar.


En el futuro, Divagaciones de un Desconocido será una anécdota en mi vida, pero de tanto contar las mismas historias acabaré creyéndome mis propias mentiras. Todo empieza y acaba con el autoengaño y aunque esto suene a despedida, es más bien un espectáculo (que solo me importa a mí mismo) para conseguir el gran aplauso final: el mio. 


Y como el café ha terminado, sólo puedo decir una cosa: gracias por estar siempre aquí.

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