Puede que muchas plantas del fondo del mar no necesiten la luz del sol para vivir, tampoco necesitan las tribus de Malasia armas de fuego para cazar su alimento, y también hay gente que nunca necesitaron un amigo con el que poder hablar de sus inquietudes. Ahora, yo busco, en algún lugar de la infinidad del mundo, la pieza que falta para completar mi propio puzzle, esa minúscula sustancia, esencia, idea, que todo el mundo necesita para completarse. Al igual que las plantas submarina no necesitan los rayos solares, si necesitan nutrientes para completarse. También pasa con las tribus de Malasia, necesitan cerbatanas y veneno, al igual que los solitarios siempre necesitan una razón. Yo, puede que no necesite la lujosa vida de un gran empresario, la felicidad de un niño al abrir un regalo o la complicidad de una madre con su hijo, pero al igual que todos, busco y anhelo mi propio tesoro. Las caricias me tentaron por un momento, pero…¡no!, me tentó también las alas de los pajarillos para poder volar sin rumbo, ya queda en la lejanía de mis recuerdos cualquier sensación. Lo único que deseo es aquello que me arrebataron contra mi propia voluntad, LA LIBERTAD…
**************************************************************************************
-Tranquilo, venimos a rescatarte- Una voz interrumpió mis pensamientos.
Me quitaron la venda de los ojos, la luz del sol aunque tenue en aquella habitación, era un latigazo continuo en mis pupilas. Sentía como me desataban las muñecas, los cordajes del cuerpo, pierna y pecho. Recobré de forma parcial la vista y puede ver a mis salvadores, guardias de asalto, uniformados de pies a cabeza y con la cara tapada, para mí eran ángeles. Oía sus voces de fondo:
- No te preocupes todo ha acabado ya.
-Te sacaremos de aquí en seguida.
La verdad, es que no presté mucha atención, estaba más preocupado por respirar mi libertad que todo lo que era ajeno a mí no me importaba. Demasiados día atado a una cama, como para que pudiera recuperar las fuerzas en mis piernas en unos segundos, me levantaron entre dos hombre, otro dos esperan en la puerta de la cabaña en guardia. Sentí en peso de mi cuerpo sobre mis pies, crujieron todas las articulaciones; di una paso primero, luego otro y otro. Así poco a poco salía de aquel zulo escondido. Volvía ver las montañas, la nieve en sus cumbre, el sonido de mis zapatos contra la tierra, el aire puro circulando por mi interior. ¡Era libre!.
Ya en el helicóptero, me explicaron que mi familia había pagado el rescate, ciento cincuenta mil euros, y que mis secuestradores habían escapado, dejándome solo en medio de la sierra. A veces me pregunto, aquí a la vera de la chimenea, si mi vida valía ese dinero y si se puede valorar la vida, los sueños, las capacidades… La libertad como simple material mundano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario