lunes, 13 de febrero de 2012

Ser diferente no es contraproducente II


      Ser diferente no es contraproducente, dije ya hace un tiempo. Hoy lo puedo asegurar con cierto recelo. La diferencia no se vende en píldoras, no se compra en farmacias y muchos menos necesita de un prospecto que nos avise de su contraindicaciones. Nos movemos en un plano entre lo semejante y lo desigual, trente la unión y la desunión. La diferencia es necesaria, al igual que la semejanza; sin semejanza no hay diferencia y sin diferencia, adaptación, evolución, ¡vida!. La diferencia es lo que vende, lo que nos hace sentir auténticos, pero no hay que caer en el esnobismo de intentar ser diferente a toda costa, y que lo común tiene bien merecido su desprecio.

     Lo semejante nos ayuda a sobrevivir, la diferencia nos ayuda a existir. Desde Darwin, todo estudio de la naturaleza (la materia orgánica, LA VIDA) juega con este abanico, entre la semejanza y la individualidad. Somos especiales, somos únicos, somos diferentes, somos notas de música que retumba en cada pared, en cada melodía discordante de la vida. La soledad nos ayuda a recapacitar. La comunión con el otro es un alivio, una comprensión de las causas primeras, las mimas causas de las que divagamos constantemente pero que se nos escapan, el agua no se puede coger con las manos, pero fluye a través de ellas.

     Ser diferente nos anima a caminar hacia donde nadie llegó. Ser diferente no es contraproducente. Ser diferente produce nuevos mundos, crea nuevas ideas. Ser diferentes nos hace ser lo que somos, pero no somos más de lo que nos diferencia. Ser y no ser, diferenciarse o no diferenciarse, esa es la cuestión y esa es la vida. Si me pregunta: ¿Por qué eres tan diferente a los demás? Mi respuesta es simple: “Por que existo y espero que dure mucho tiempo”.   

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