miércoles, 11 de abril de 2012

Dolor, Deseo y Sufrimiento en Schopenhauer,


EXISTIR DUELE



En la Película: Dead Poets Society dirigida por Peter Weir un alumno improvisa lo siguiente:

La verdad es como una manta que siempre te deja los pies fríos.
La estiras, la extiendes y nunca es suficiente.
La sacudes,le das patadas, pero no llega a cubrirnos.
Y desde que llegamos llorando hasta que nos vamos muriendo
sólo nos cubre la cara, mientras gemimos, lloramos y gritamos. 







Schopenhauer inscribiría estas palabras. La vida es un intento de cubrirnos con una manta, una certeza, que nunca nos llega ni siquiera a cubrir por completo. El dolor es la energía que mueve nuestro mundo y ninguna verdad puede evitar ese dolor. A veces, nuestro rostro es tapado con la mentira de que la vida tiene un sentido o que al menos no es tan mala como parece1. Schopenhauer niega esto, la vida es esencialmente dolor, el dolor a nuestro pesar nunca desaparecerá, la energía ni se crea ni se destruye, se trasforma y como energía de la animalidad es indisociable de la misma existencia. En la humanidad toca sus cotas más altas, provocando lo mejor y lo peor de cada uno de nosotros. El dolor es el tributo que tenemos que pagar al tiempo por nuestra propia existencia, que muere constante cuando el presente se hace pasado, y a cada paso renace como Ave Fénix en un mundo de aleatoriedad y desdicha, uniendo la brevedad de cada instante con lo incierto e indeterminado del futuro; como decía Heráclito: “vivir de muerte, morir de vida”. Así la fragmentariedad de la existencia queda delimitada por el espacio y el tiempo, mientras un mar tormentoso le golpea una y otra vez desde cualquier ángulo.




Todo ser humano es medible sustancialmente por el sufrimiento que carga, ninguno carece de él por poco que sea y por más que nos empeñemos en combatir lo inevitable, no hay límites para el sufrimiento, llegando a extremos en los que la muerte es preferible a dicha carga, sin olvidar que no hay sufrimiento que necesariamente nos lleve a las puertas del suicidio. Podemos acabar con un dolor físico, mejorar nuestras condiciones de vida, curar enfermedades, pero el dolor se trasformará. Durante las últimas décadas hemos aumentado generalmente la esperanza de vida, y el estado de bienestar han dado un alivio a los sufrimiento que conllevaba la lucha por la existencia. Pero, el aumento de la esperanza de vida han traído nuevos males, nuevas enfermedades, nuevas patologías de nuestro tiempo como son el aumento exponencial de la psicosis, el cáncer o el mayor mal contra la individualidad posible: el alzhéimer.

La vida es una balanza entre el dolor y el tedio, una balanza que constantemente se desequilibra. El deseo mueve el hombre, y mientras que la ciencia actual afirma que la felicidad se encuentra en ese movimiento, Schopenhauer nos muestra como el deseo al ser alcanzado, al ser satisfecho es insatisfacción misma. “Entre el querer y el alcanzar discurre la vida”(p.371). El final del deseo como la vida es nulo, no cabe otra cosa que dolor. Y mientras que el infierno es doloroso, la sobreadaptación en la vida es aburriendo, el paraíso es sufrimiento, un sufrimiento que no hay que minusvalorar. El aburrimiento, el solipsismo al que está sometido el individuo abre camino a la socialización. “El deseo y la satisfacción no se sucedan en un intervalo demasiado corto ni demasiado largo disminuye el grado mínimo el sufrimiento que ambos producen y constituye el curso vital más feliz”2(p.371).

Schopenhauer habla de la vida en sentido hobbesiano, una lucha de todos contra todos, y añado, también una lucha de uno contra todo lo demás, la dureza de la existencia, el sufrimiento, la desdicha, la rivalidad...Pero, ¿qué motiva ese interés por la existencia? Schopenhauer conocedor de las ciencias de su tiempo responde con argumentos biológicos. El cuerpo es la forma más perfecta de voluntad objetivada, la voluntad se manifiesta como cuerpo vivo imponiendo dos imperativos; (1) la autoconservación y (2) la propagación de la especie. “La vida de la mayoría no es más que una perpetua lucha por la existencia misma, con la certeza que al final perderán”, pero dentro de esta lucha por la existencia, la incertidumbre es compañera de juego de todos.

¿No hay alternativa a tanto dolor?¿Estamos condenados al sufrimiento total y continuo inevitablemente? Hace falta hablar aun de la minoría. Dice Schopenhauer: “Solamente tomando algo prestado del futuro podía el dolor o la alegría incrementarse de forma tan anómala y, por lo tanto, no duradera.”3 La vía estética es la única que nos abre momentáneamente el camino hacía la alergia, que nos trasforma en espectador -carácter barroco- de la vida. La exageración del ánimo -tanto para bien como para mal- nos llega cuando la propia vida nos sorprende y nos vuelve a introducir en el mismo bucle de insatisfacción. La impasibilidad ante lo bueno y lo malo, la inquebrantable serenidad, es lo que nos salva. Schopenhauer realza los valores estoicos a la hora de afrontar al vida y la muerte. Ataca frontalmente la actitud generaliza de culpar siempre a un agente exterior de nuestro sufrimiento4, en nuestro interior está la fuente de todo dolor y con la suficiente capacidad intelectual5 nos daremos cuenta que si nos culpamos a nosotros mismos de nuestro dolor, “nos enemistamos con nuestro destino pero a cambio nos reconciliamos con nuestra existencia al alejarse de nuevo el conocimiento de que el sufrimiento es esencial a esa existencia misma y la verdadera satisfacción es imposible. La consecuencia […] es soportar un único y gran dolor” que no es otro que lo trágico de nuestra vida.


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1Se podía debatir si la misma condición humana no está ligada a un intento de aliviar el dolor de la existencia autoengañandose de la positividad o el sentido bueno de la vida. De esta forma se puede entender como la función tradicional de las religiones, que más tarde se racionalizaría y sistematizaría en los intentos de darle un sentido a la vida y al mundo racionalmente como los de Leibniz o Hegel. Con el gran fracaso de Hegel, y las críticas duras a la religión por los maestros de la sospecha, ¿cómo afrontamos la tragedia de la vida?.
2Cabe reflexionar si unos de los grades males de nuestro tiempo es ese afán consumista, hambriento, devorador que intenta poseerlo todo de forma rápida y ostentosa que la fábrica de los deseos -la publicidad- nos facilita.
3Se podría pensar que la creen en algo mejor en el futuro podría también satisfacer lo que afirma aquí Shopenhauer. ¿La religiones de salvación dan un alivio al dolor de la existencia aunque sea momentáneo? Es curioso como la ciencia actual, ha demostrado que somos felices justamente antes de que consigamos el objeto deseado y que de cierta forma también lo sugiere aquí Shopenhauer. Punset afirma que ·la felicidad se encuentra en la antesala de la felicidad”, es decir, el tener la creencia de que conseguir esto o aquello -tener deseo de- me hará feliz y una vez conseguido se disuelve, ¿Es el ser humano “ser de esperanza de felicidad”?.
4Sería conveniente preguntase si el buscar un chivo expiatorio a todos nuestros males no es una forma de mantener nuestra salud mental y por tanto una vía para aliviar la carga de la existencia. El sentimiento de culpa se puede hacer muy grande pero Shopenhauer afirma que todo sufrimiento emana de uno mismo por tanto es algo constituye del ser humano, la culpa de su existencia con el que todos tenemos que cargar.
5Posiblemente aquí esté la clave para no caracterizar a Shopenhauer como irracional. El intelecto es una virtud ética, en la medida que nos ayuda a entender mejor la vida y por tanto a vivirla mejor, es un intento que solamente en momentos puntualizados y contextualizados la razón superará -o al menos igualará- a la voluntad.    

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