martes, 4 de junio de 2013

Móviles con mucha cobertura y poco sentido.

Andamos por la calle con un celular de comunicación interplanetario en la mano. El equilibrio que se establece entre cuerpo y mente se crea a raíz de ese principio de necesidad de estar tecleando mientras caminas. La primera crítica siempre es la de consciencia, y por ese motivo uno se pregunta por qué hay personas que están más pendientes de su móvil que de su propia vida. Este hecho, me hace reflexionar mucho porque lo considero una afección en mi vida.

A nivel propagandístico han sabido vender muy bien la relación, incluso reducción se podría decir de que la vida es tecnología. Tengo que felicitar al señor Zureberk por aplicar a la perfección el mito cavernoso a las nuevas relaciones sociales vía Internet. Os recuerdo que la escritura es tecnología punta que separa la prehistoria de la historia, la novedoso ahora podría ser la reducción identitaria: vida es móvil. Felicidades también a los "posmos" que asumen que todo puede ser analizado como un texto,, ¡lo habéis clavao!".

¿Cómo hemos llegado aquí? desvirtuando las relaciones sociales, en la medida en las que nos virtualizamos. Estamos en un continuo traspaso de lo cualitativo a lo cuantitativo, es una aborigen de tener más, más y más sin saber realmente el valor de las cosas.

Mi reflexión favorita entorno a este tema es que no sabemos relacionarnos, somos unos analfabetos emocionales y sociales. Sólo se nos enseña a calcular, priorizar, hacer cálculos de eficiencia pero no a sentir, a escuchar, a dialogar. Claro, aquí llega el negocio, atrofiados sociales al que se le ofrece nuevas herramientas para relacionarse de una forma menos comprometedora, porque no nos engañemos, mirar a los ojos a alguien mientras habla puede resultar muy duro. El compromiso y la ausencia de este es la clave. Sí, las nuevas redes sociales son formas de relacionarse y su argumentación de que son peores que las relaciones personales no se debe enfocar desde la una perspectiva anti-naturalista. Somos seres tecnificados, más o menos complejos, pero los somos. La clave reside en el reduccionismo de potencialidades vitales a simples usos tecnológicos de dominio. Al igual que las drogas, no es cuestión de uso sino de abuso, de desvarío de la razón por la que tiene cabida algo. Lo que incorpora las redes sociales son relaciones personales menos comprometedoras, al subir algo a la red, no me comprometo a tener un interlocutor, este se difumina. Incluso puedo ser un receptor sin que el emisor lo sepa. El compromiso a la respuesta, al diálogo, a la apelación se pierde. Se lo han puesto fácil a los cotillas y a los tímidos, ya pueden saber sin apelar. Esto sin duda se amplifica en miles de relaciones que seguro se me ocurrirán en momentos impertinentes. Espero estar atento para poder seguir hablando del tema.

Sociedades emocionalmente atrofiadas que ponen parches tecnológicos al vacío y soledad de sus vidas (ahí dejo eso).

Todo esto que he dicho aquí no responde a nada, simplemente es el camino de la reflexión que quería compartir de mónada a mónada.

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