viernes, 3 de febrero de 2012

FIABILIDAD, EPISTEMOLOGÍA NATURALISTA Y ESCEPTICISMO


FIABILIDAD, EPISTEMOLOGÍA 

NATURALISTA Y ESCEPTICISMO



Introducción


El cometido de este ensayo es ver en qué medida el fiabilismo de Brandom se puede clasificar o no como totalmente naturalista. Para esta tarea voy a tomar como referencia el texto de dicho autor llamado “Aciertos y errores del fiabilismo”. Un paso previo para abordar formalmente la cuestión expuesta anteriormente es clarificar de forma rápida y escueta los principales pasos de mi argumentación a lo largo de todo el ensayo.


En primer lugar, voy a explicar lo que Brandom entiende como el “acierto fundamentador de las epistemologías fiabilistas” y mostrar cómo de la buena interpretación de este acierto dependen en buena medida nuestra concepción y conclusiones del fiabilismo y cómo una mala comprensión de éste puede llevar a muchos epistemólogos a reivindicar una nueva visión de la epistemología en la que la perspectiva tradicional CVJ se cambie por una epistemología en la que no sea necesario dar razones, sino estudiar las condiciones fiables por las que se adquiere una creencia.


Continuando con el análisis, en el segundo apartado hablaré de lo que Brandom llama “error naturalista del fiabilismo”. Mostraré en qué medida se puede hablar de un fiabilismo completamente natural, qué relación tiene éste con el externismo y cómo es interpelado por el inferencialismo.


En línea con el anterior apartado, hablaré de la relación del naturalismo fiabilista con el escepticismo y expondré su relación con las ciencias naturales y la epistemología como disciplina.


Por último, señalaré cuál es la enseñanza oculta de fiabilismo, así como la actitud epistémicamente sana que sugiere en sus planteamientos.


El acierto fundamentador de las epistemologías fiabilistas


El acierto fundamentador de las epistemologías fiabilistas” consiste en atribuir en algunos casos el conocimiento a una creencia verdadera no inferencial en la que no se pueden dar razones inferenciales. Por tanto, no pasa el examen justificacionista que la epistemología tradicional ha propuesto y que además, esas creencias verdaderas se hayan conseguido mediante un método fiable.

Es interesante hacer un alto en el camino para analizar un momento que supone un método fiable: cuando Descartes desarrolló la intuición. Muy posiblemente, motiva en cierta forma al fiabilismo, ya que si lograba crear un método infalible para conseguir una creencia verdadera obtendría conocimiento siempre y cuando no se saltara ninguna regla del método. Esta intuición es independiente a que Descartes consiguiera ese método o a que sea posible algo así. Pero la idea tiene un gran potencial y además es concorde con la epistemología tradicional, ya que el criterio de justificación para atribuir conocimiento es siempre apelar a la infabilidad de nuestro método. En otras palabras, si un método es infalible, el hecho de dar razones siempre puede apelar a una única, válida y suficiente razón para justificar la creencia y atribuir un conocimiento que es apuntar a la infalibilidad de nuestro método.


El acierto fundamentador de las epistemologías fiabilistas” es similar a lo anterior, o por lo menos comparte una misma intuición. Si tenemos un individuo cuyo método de obtener creencias verdaderas sea infalible que es incapaz de dar razones de por qué tiene una creencia verdadera y aun así nosotros somos el evaluador del conocimiento, decimos que realmente tiene un método fiable y podemos atribuirle conocimiento, aunque él no sea capaz de justificarse.
Estos casos son sumamente extraños porque en unas condiciones habituales, la persona que tiene el método infalible -aunque en principio no sepa que tiene un mecanismo fiable para tener creencias verdaderas- con el paso de los años aceptará que realmente su método no falla y por tanto la justificación sería que su método es infalible, como el de Descartes. De aquí se aprende que realmente los casos a los que apela el fiabilista como paradigmáticos son escasos, porque el sujeto no puede saber o reconocer que su método es fiable. Si lo supiera, siempre justificaría su conocimiento en la eficacia del método.


Entonces el “acierto fundamentador de las epistemologías fiabilistas” radica en atribuir conocimiento a un sujeto que tiene un método fiable de adquisición de creencias verdaderas no inferenciales, pero que no es capaz de dar razones de por qué su creencia es verdadera y además no reconoce que su método es infalible. Desde esta aportación acertada del fiabilismo, no se puede caer en intentar rehacer la epistemología cambiando la justificación por el análisis de métodos fiables, y mucho menos intentar rebatir toda la epistemología tradicional desde esta perspectiva, porque realmente no es una crítica que destruya los fundamentos de la CVJ como conocimiento. Simplemente se debe entender como un agregado a esa teoría que no podría funcionar adecuadamente en un contexto tan especial como el que el fiabilista propone.


Hacer un cambio como el anteriormente dicho tiene un grave problema, ya que realmente no se podría distinguir entre conocimiento y creencia verdadera. Si lo importante es que el método que sea fiable, cualquier intento explicativo de diferenciarlo seria nulo, pues no tendría los medios necesarios para hacer una criba correcta. El hecho de dar razones y explicarlas porque nos parecen buenas tiene una fuerza a la hora de atribuirlas, pero en una sociedad en la que no exista la justificación no cabría la diferenciación y por tanto no se sabría muy bien quién sabe qué. Esta indiferenciación es a lo que Brandom denomina “error conceptual del fiabilismo”


Fiabilismo, naturalismo, externismo y escepticismo


Llegados a este a este punto, hay que señalar en primer lugar lo que indica el fiabilismo directamente como un externismo epistemológico y luego la compatibilidad con una epistemología natural. Analicemos el externismo epistemológico relacionado con el fiabilismo.


Hemos dicho que una persona que sabe que tiene un método infalible para obtener una creencia verdadera no inferencial no supone un caso insuperable para la epistemología tradicional, porque siempre tiene como justificación la eficacia de su método. Entonces, en estos casos en los que los fiabilistas sí aportan novedad, necesitan de un agente ajeno al individuo poseedor de la creencia que evalúe el método. Una vez que vea que el método es fiable se le atribuirá conocimiento. Por tanto, el fiabilismo apunta a un externismo epistémico en la medida en la que es un sujeto externo el que atribuye conocimiento. Analicemos qué supone esto.


Primero, lo que tiene que hacer el evaluador es analizar los mecanismos “naturales” por los que el individuo obtiene la creencia verdadera no inferencial. De aquí se sigue un naturalismo que analizaremos después, ya que conocer esos mecanismos naturales es la clave para atribuir fiabilidad.


En segundo lugar, nos encontramos en una situación interesante de ser vista detenidamente, en la que el evaluador sí tiene una justificación inferencial para atribuir conocimiento. Lo que quiero resaltar aquí es que realmente los casos que el fiabilismo propone como paradigmáticos son resolubles en cierta medida por la epistemología justificacionista inferencialista. Si tenemos en cuenta todo lo que hemos dicho hasta ahora, el individuo con el método eficaz – al que llamaremos Antonio y cuya profesión es sexador de pollitos- no puede saber que sabe, porque en el momento en el que asume que tiene un método de creencias verdaderas no inferencial fiable ya puede justificar su conocimiento apelando que su método es fiable. Por tanto, para que digamos que Antonio sabe necesitamos de una persona más que acredite, después de una evaluación de los mecanismos de adopción de creencia verdadera no inferencial, que es fiable. En el momento en el que lo acredite, puede justificar que Antonio sabe en la medida en la que su método es fiable. Por tanto, a Antonio no se le atribuiría conocimiento, según la aportación del fiabilismo, sin que nadie ajeno diga que Antonio posee conocimiento justificándolo en la fiabilidad de su método. De aquí tenemos que sacar dos enseñanzas. La primera es que para que se evalúe correctamente hace falta un conocimiento enorme de los mecanismos de adquisición de creencias y, por tanto, un gran conocimiento en ciencias naturales, como veremos a continuación. La segunda enseñanza sería que el conocimiento o la legitimidad de decir que yo sé viene condicionada de cierta forma por la naturaleza social del ser humano, además de la capacidad que tienen las demás personas de atribuirte conocimiento. Por ello no tiene sentido estudiar al sujeto como algo aislado sin conexión con personas o su legado, que sería la cultura. Sin una cultura que nos enseñe un lenguaje no somos más que animales.


Llegados a este punto, voy a relacionar el fiabilismo con el naturalismo. Un mecanismo formador de creencias es fiable si se encuentran unas circunstancias específicas propiciatorias para que los mecanismos de adquisición de creencias sean objetivamente probables de dar como resultado una creencia verdadera. Ahora bien, si consideramos que las nociones de verdad y de creencia son asumidas de forma bien fisicalista bien naturalista, la epistemología pasa a ser ciencias naturales en las que se estudiaría estadísticamente la fiabilidad de los diferentes métodos de adquisición de creencias verdaderas en determinadas circunstancias. Si asumimos esto, podemos caracterizar el fiabilismo como una epistemología naturalista.
Goldman propuso una situación que se considera un contraejemplo a los defensores del fiabilismo como epistemología naturalista. Voy a resumir brevemente en qué consiste. Hemos de imaginar un perceptor que cumpla todas las condiciones necesarias para que la experiencia de ver un objeto se cumpla. Esto quiere decir que no tiene ningún problema fisiológico, no hay lentes, hay buena luz, no hay nada entre el objeto y el observador, etc. Este observador se ha ido de viaje al Condado de las Fachadas de Establos. Allí hay establos por todos sitios. El observador está en frente de un establo y por tanto le atribuimos la creencia de que hay un establo delante de él. Lo que pasa es que el hecho de formar una creencia de que algo es un establo observándolo no es, en el Condado, un mecanismo fiable de formación de creencias. El gobierno del Condado decidió crear 999 fachadas de establos falsos, exactamente igual que el único que hay en el Condado. A simple vista no se pueden diferenciar las fachadas de establos que simulan establos y el establo original. Si el observador nos dijo que fue al Condado de las Fachadas de Establos y que tiene la creencia de ver un establo, nosotros -conociendo la política de fachadas de establos que del Condado- no atribuiríamos conocimiento independientemente de que nuestro observador haya obtenido o no la creencia del único establo que había en el Condado. Por el hecho de que es muy poco probable (1/1000) que nuestro observador haya obtenido la creencia del único establo, como es poco fiable su veracidad. Por tanto, decimos que no posee conocimiento. Nuestro observador tenía la seguridad de saber que eso era un establo rojo, ya que las condiciones necesarias y suficientes se cumplían, así como los elementos causales para decirlo. Pero si lo vemos con más perspectiva, nuestro observador ha obtenido esa creencia verdadera de forma causal, por tanto esto valida la tercera clausura de adquisición de creencia en contra de la concepción internista justificacionalista epistemológica clásica, ya que el observador tenia buenas razones para justificar que tenia conocimiento perceptivo y en cambio vemos que no se le puede atribuir.


Esta referencia a los elementos causales de conocimiento y el análisis de la probabilidad de fiabilidad de mecanismos de adquisición de creencia, crea una epistemología naturalista que tiene un arma de doble filo, ya que si el Condado de los Establos se encuentra en el Estado de los Establos -que tiene una política opuesta al Condado, esto es, resulta estadísticamente dificilísimo encontrarse con una Fachada- podríamos decir que el individuo sí sabe que aquello es un establo. En cambio, si a su vez ese establo se encuentra en el País de los Establos y tiene una política similar al del Condado -en la que sería estadísticamente improbable que te encuentres con un establo- diríamos que no sabe. Así podríamos seguir asumiendo contextos en los que la atribución de conocimiento al observador varíe continuamente, sin poder decir en definitiva si realmente sabe o no sabe. Esto apunta a un escepticismo que veremos en el siguiente apartado.


Aunque estos ejemplos en los que la atribución de conocimiento se alterne sean escasos en la realidad -dependiendo de la fiabilidad o no fiabilidad-, sí pueden ocurrir. Por eso constituyen un contraejemplo de peso para no poder caracterizar el fiabilismo como una epistemología naturalista. Esto es a lo que Brandom llama “Error Naturalista del fiabilismo”. Aquí queda respondida directamente la pregunta que planteaba en la introducción, pero desde esto podemos continuar mostrando algunas consecuencias y enseñanzas interesantes de todo el análisis que hemos realizado de Brandom.


Causalidad, Epistemología naturalista y escepticismo


Como he mencionado anteriormente, el naturalismo señala a un escepticismo no muy agresivo. El fiabilismo se podría caracterizar como una epistemología naturalista si conociéramos todos los mecanismos de adquisición de creencias y además fuéramos capaces de tener un lenguaje y una significación cognitiva referida a todo lo existente. Esto quiere decir que tenemos que conocer el universo entero y poseer un lenguaje que haga referencia siempre respecto a la totalidad y un conocimiento de todo lo que sucede o deja de suceder dentro del mismo. Como esto se considera prácticamente imposible teniendo una actitud optimista, podríamos decir que si tenemos una concepción epistémica naturalista en la que haya que estudiar las relaciones causales de todo, acabaríamos en el escepticismo, ya que nunca seremos capaces de conocer todos esos mecanismos naturales causales.
El conocimiento de las causas naturales por las que adquirimos creencia es una actividad básica de la que podemos aprender mucho en epistemología. Pero lo que no podemos hacer es relativizar la epistemología como mera ciencia de causas naturales, porque estas tienen una tarea titánica casi imposible de realizar. Por ello, una concepción de fiabilismo naturalista tiene sentido ya que poco a poco facilita y reconoce métodos de adquisición de creencias fiables que nos sirven como justificación para atribuir conocimiento. Por tanto, no tiene cabida esa equiparación de la epistemología a la ciencia natural.


La actitud de pedir y dar razones


En un testimonio, la actividad de dar y pedir razones es fundamental. Pedir razones a alguien es una estrategia de supervivencia que nos ayuda en nuestra vida. Si nos aseguramos de que las fuentes de información son fiables, tendremos más facilidad a la hora de desenvolvernos en el mundo. En cierto sentido, esto es una enseñanza oculta del fiabilismo. Pedir y dar razones es una actitud epistémicamente sana, y comprobar que los mecanismos de adquisición de creencias son fiables.


En el día a día, estamos juzgando de fiables o no fiables a todas las personas para determinados contextos. Por ejemplo, asumo que mi profesor de epistemología es más fiable que mi hermano pequeño de 18 años a la hora de explicarme en qué consiste el escepticismo. En cambio, considero una mejor fuente fiable de información a un médico que a mi profesor de epistemología si le tengo que hacer una consulta sobre un posible cáncer de próstata. La fiabilidad juega un papel importantísimo en nuestro día a día, y los argumentos de autoridad en cierta medida recurren a esto, a la fiabilidad de la autoridad.


Podemos relacionar en nuestra vida cotidiana cierta relación entre la fiabilidad y la cultura. Lo que quiero mostrar es que la atribución de conocimiento depende en cierta medida del contexto cultural en el que nos encontremos, de nuestro conocimiento de cómo funciona el mundo y de la adquisición de creencias. Veamos esto con el siguiente ejemplo. En una tribu de Papúa, el Chamán de la tribu, después de realizar un rito en el que toma ciertas sustancias mágicas y entra en cierto estado de frenesí y catarsis con el entorno, afirma que ve un espíritu cornudo y paticorto en la aldea que hace que las mujeres sean menos fértiles y que, para ahuyentarlo, tienen que colgar calabazas verdes en la puerta de cada choza y que cada mujer se tome una cabeza de ajo al día para que le ayude a defenderse del demonio cuando realizan sus tareas. Dentro de esta sociedad nadie dudaría de que el demonio existe y de que la causa de la baja natalidad es el espíritu maligno. Además confían plenamente en el chamán y consideran que sus métodos para solucionar los problemas son infalibles. Como vemos en esta situación, no importa si realmente sabe o no el chamán lo que hace, lo importante es que la gente lo crea para atribuirlo. Diferentes factores pueden condicionar a una sociedad a considerar a un individuo más o menos fiable. Si este chamán fuera a Granada y propusiera a un grupo de mujeres que tuvieran problemas para concebir su remedio del ajo y la calabaza, se reirían de él y no lo considerarían una fuente fiable de conocimiento independientemente de que funcione o no. En primer lugar porque toma psicotrópicos y en segundo lugar porque hay una tendencia a menospreciar el pensamiento de sociedades primitivas. Lo mismo ocurre en la calle cuando pedimos una dirección a alguien: nos fiamos más de una persona bien vestida que de un vagabundo con una botella de vino en la mano, independientemente de que el vagabundo se haya recorrido todas las calles de la ciudad y sea un experto.


En definitiva, hay ciertas relaciones sociales que nos empujan a fiarnos más o menos de ciertas personas y esto no puede influir a la hora de atribuir conocimiento. Del fiabilismo se aprende esta actitud de pedir y dar razones para ver lo fiable que es un testimonio y así ayudarnos en nuestra vida.


Bibliografía usada


R. BRANDOM, “Aciertos y Errores del Fiabilismo”.
N. GOODMAN, “Hecho ficción y pronóstico”, Crítica, Madrid, 2004.
R. BRANDOM, “Hacerlo Explícito”, Herder S.A., Barcelona, 2005.   

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