FIABILIDAD,
EPISTEMOLOGÍA
NATURALISTA Y ESCEPTICISMO
Introducción
El
cometido de este ensayo es ver en qué medida el fiabilismo de
Brandom se puede clasificar o no como totalmente naturalista. Para
esta tarea voy a tomar como referencia el texto de dicho autor
llamado “Aciertos y errores del fiabilismo”. Un paso previo para
abordar formalmente la cuestión expuesta anteriormente es clarificar
de forma rápida y escueta los principales pasos de mi argumentación
a lo largo de todo el ensayo.
En
primer lugar, voy a explicar lo que Brandom entiende como el “acierto
fundamentador de las epistemologías fiabilistas” y mostrar cómo
de la buena interpretación de este acierto dependen en buena medida
nuestra concepción y conclusiones del fiabilismo y cómo una mala
comprensión de éste puede llevar a muchos epistemólogos a
reivindicar una nueva visión de la epistemología en la que la
perspectiva tradicional CVJ se cambie por una epistemología en la
que no sea necesario dar razones, sino estudiar las condiciones
fiables por las que se adquiere una creencia.
Continuando
con el análisis, en el segundo apartado hablaré de lo que Brandom
llama “error naturalista del fiabilismo”. Mostraré en qué
medida se puede hablar de un fiabilismo completamente natural, qué
relación tiene éste con el externismo y cómo es interpelado por el
inferencialismo.
En
línea con el anterior apartado, hablaré de la relación del
naturalismo fiabilista con el escepticismo y expondré su relación
con las ciencias naturales y la epistemología como disciplina.
Por
último, señalaré cuál es la enseñanza oculta de fiabilismo, así
como la actitud epistémicamente sana que sugiere en sus
planteamientos.
El
acierto fundamentador de las epistemologías fiabilistas
“El
acierto fundamentador de las epistemologías fiabilistas” consiste
en atribuir en algunos casos el conocimiento a una creencia verdadera
no inferencial en la que no se pueden dar razones inferenciales. Por
tanto, no pasa el examen justificacionista que la epistemología
tradicional ha propuesto y que además, esas creencias verdaderas se
hayan conseguido mediante un método fiable.
Es
interesante hacer un alto en el camino para analizar un momento que
supone un método fiable: cuando Descartes desarrolló la intuición.
Muy posiblemente, motiva en cierta forma al fiabilismo, ya que si
lograba crear un método infalible para conseguir una creencia
verdadera obtendría conocimiento siempre y cuando no se saltara
ninguna regla del método. Esta intuición es independiente a que
Descartes consiguiera ese método o a que sea posible algo así. Pero
la idea tiene un gran potencial y además es concorde con la
epistemología tradicional, ya que el criterio de justificación para
atribuir conocimiento es siempre apelar a la infabilidad de nuestro
método. En otras palabras, si un método es infalible, el hecho de
dar razones siempre puede apelar a una única, válida y suficiente
razón para justificar la creencia y atribuir un conocimiento que es
apuntar a la infalibilidad de nuestro método.
“El
acierto fundamentador de las epistemologías fiabilistas” es
similar a lo anterior, o por lo menos comparte una misma intuición.
Si tenemos un individuo cuyo método de obtener creencias verdaderas
sea infalible que es incapaz de dar razones de por qué tiene una
creencia verdadera y aun así nosotros somos el evaluador del
conocimiento, decimos que realmente tiene un método fiable y podemos
atribuirle conocimiento, aunque él no sea capaz de justificarse.
Estos
casos son sumamente extraños porque en unas condiciones habituales,
la persona que tiene el método infalible -aunque en principio no
sepa que tiene un mecanismo fiable para tener creencias verdaderas-
con el paso de los años aceptará que realmente su método no falla
y por tanto la justificación sería que su método es infalible,
como el de Descartes. De aquí se aprende que realmente los casos a
los que apela el fiabilista como paradigmáticos son escasos, porque
el sujeto no puede saber o reconocer que su método es fiable. Si lo
supiera, siempre justificaría su conocimiento en la eficacia del
método.
Entonces
el “acierto fundamentador de las epistemologías fiabilistas”
radica en atribuir conocimiento a un sujeto que tiene un método
fiable de adquisición de creencias verdaderas no inferenciales, pero
que no es capaz de dar razones de por qué su creencia es verdadera y
además no reconoce que su método es infalible. Desde esta
aportación acertada del fiabilismo, no se puede caer en intentar
rehacer la epistemología cambiando la justificación por el análisis
de métodos fiables, y mucho menos intentar rebatir toda la
epistemología tradicional desde esta perspectiva, porque realmente
no es una crítica que destruya los fundamentos de la CVJ como
conocimiento. Simplemente se debe entender como un agregado a esa
teoría que no podría funcionar adecuadamente en un contexto tan
especial como el que el fiabilista propone.
Hacer
un cambio como el anteriormente dicho tiene un grave problema, ya que
realmente no se podría distinguir entre conocimiento y creencia
verdadera. Si lo importante es que el método que sea fiable,
cualquier intento explicativo de diferenciarlo seria nulo, pues no
tendría los medios necesarios para hacer una criba correcta. El
hecho de dar razones y explicarlas porque nos parecen buenas tiene
una fuerza a la hora de atribuirlas, pero en una sociedad en la que
no exista la justificación no cabría la diferenciación y por tanto
no se sabría muy bien quién sabe qué. Esta indiferenciación es a
lo que Brandom denomina “error conceptual del fiabilismo”
Fiabilismo,
naturalismo, externismo y escepticismo
Llegados
a este a este punto, hay que señalar en primer lugar lo que indica
el fiabilismo directamente como un externismo epistemológico y luego
la compatibilidad con una epistemología natural. Analicemos el
externismo epistemológico relacionado con el fiabilismo.
Hemos
dicho que una persona que sabe que tiene un método infalible para
obtener una creencia verdadera no inferencial no supone un caso
insuperable para la epistemología tradicional, porque siempre tiene
como justificación la eficacia de su método. Entonces, en estos
casos en los que los fiabilistas sí aportan novedad, necesitan de un
agente ajeno al individuo poseedor de la creencia que evalúe el
método. Una vez que vea que el método es fiable se le atribuirá
conocimiento. Por tanto, el fiabilismo apunta a un externismo
epistémico en la medida en la que es un sujeto externo el que
atribuye conocimiento. Analicemos qué supone esto.
Primero,
lo que tiene que hacer el evaluador es analizar los mecanismos
“naturales” por los que el individuo obtiene la creencia
verdadera no inferencial. De aquí se sigue un naturalismo que
analizaremos después, ya que conocer esos mecanismos naturales es la
clave para atribuir fiabilidad.
En
segundo lugar, nos encontramos en una situación interesante de ser
vista detenidamente, en la que el evaluador sí tiene una
justificación inferencial para atribuir conocimiento. Lo que quiero
resaltar aquí es que realmente los casos que el fiabilismo propone
como paradigmáticos son resolubles en cierta medida por la
epistemología justificacionista inferencialista. Si tenemos en
cuenta todo lo que hemos dicho hasta ahora, el individuo con el
método eficaz – al que llamaremos Antonio y cuya profesión es
sexador de pollitos- no puede saber que sabe, porque en el momento en
el que asume que tiene un método de creencias verdaderas no
inferencial fiable ya puede justificar su conocimiento apelando que
su método es fiable. Por tanto, para que digamos que Antonio sabe
necesitamos de una persona más que acredite, después de una
evaluación de los mecanismos de adopción de creencia verdadera no
inferencial, que es fiable. En el momento en el que lo acredite,
puede justificar que Antonio sabe en la medida en la que su método
es fiable. Por tanto, a Antonio no se le atribuiría conocimiento,
según la aportación del fiabilismo, sin que nadie ajeno diga que
Antonio posee conocimiento justificándolo en la fiabilidad de su
método. De aquí tenemos que sacar dos enseñanzas. La primera es
que para que se evalúe correctamente hace falta un conocimiento
enorme de los mecanismos de adquisición de creencias y, por tanto,
un gran conocimiento en ciencias naturales, como veremos a
continuación. La segunda enseñanza sería que el conocimiento o la
legitimidad de decir que yo sé viene condicionada de cierta forma
por la naturaleza social del ser humano, además de la capacidad que
tienen las demás personas de atribuirte conocimiento. Por ello no
tiene sentido estudiar al sujeto como algo aislado sin conexión con
personas o su legado, que sería la cultura. Sin una cultura que nos
enseñe un lenguaje no somos más que animales.
Llegados
a este punto, voy a relacionar el fiabilismo con el naturalismo. Un
mecanismo formador de creencias es fiable si se encuentran unas
circunstancias específicas propiciatorias para que los mecanismos de
adquisición de creencias sean objetivamente probables de dar como
resultado una creencia verdadera. Ahora bien, si consideramos que las
nociones de verdad y de creencia son asumidas de forma bien
fisicalista bien naturalista, la epistemología pasa a ser ciencias
naturales en las que se estudiaría estadísticamente la fiabilidad
de los diferentes métodos de adquisición de creencias verdaderas en
determinadas circunstancias. Si asumimos esto, podemos caracterizar
el fiabilismo como una epistemología naturalista.
Goldman
propuso una situación que se considera un contraejemplo a los
defensores del fiabilismo como epistemología naturalista. Voy a
resumir brevemente en qué consiste. Hemos de imaginar un perceptor
que cumpla todas las condiciones necesarias para que la experiencia
de ver un objeto se cumpla. Esto quiere decir que no tiene ningún
problema fisiológico, no hay lentes, hay buena luz, no hay nada
entre el objeto y el observador, etc. Este observador se ha ido de
viaje al Condado de las Fachadas de Establos. Allí hay establos por
todos sitios. El observador está en frente de un establo y por tanto
le atribuimos la creencia de que hay un establo delante de él. Lo
que pasa es que el hecho de formar una creencia de que algo es un
establo observándolo no es, en el Condado, un mecanismo fiable de
formación de creencias. El gobierno del Condado decidió crear 999
fachadas de establos falsos, exactamente igual que el único que hay
en el Condado. A simple vista no se pueden diferenciar las fachadas
de establos que simulan establos y el establo original. Si el
observador nos dijo que fue al Condado de las Fachadas de Establos y
que tiene la creencia de ver un establo, nosotros -conociendo la
política de fachadas de establos que del Condado- no atribuiríamos
conocimiento independientemente de que nuestro observador haya
obtenido o no la creencia del único establo que había en el
Condado. Por el hecho de que es muy poco probable (1/1000) que
nuestro observador haya obtenido la creencia del único establo, como
es poco fiable su veracidad. Por tanto, decimos que no posee
conocimiento. Nuestro observador tenía la seguridad de saber que eso
era un establo rojo, ya que las condiciones necesarias y suficientes
se cumplían, así como los elementos causales para decirlo. Pero si
lo vemos con más perspectiva, nuestro observador ha obtenido esa
creencia verdadera de forma causal, por tanto esto valida la tercera
clausura de adquisición de creencia en contra de la concepción
internista justificacionalista epistemológica clásica, ya que el
observador tenia buenas razones para justificar que tenia
conocimiento perceptivo y en cambio vemos que no se le puede
atribuir.
Esta
referencia a los elementos causales de conocimiento y el análisis de
la probabilidad de fiabilidad de mecanismos de adquisición de
creencia, crea una epistemología naturalista que tiene un arma de
doble filo, ya que si el Condado de los Establos se encuentra en el
Estado de los Establos -que tiene una política opuesta al Condado,
esto es, resulta estadísticamente dificilísimo encontrarse con una
Fachada- podríamos decir que el individuo sí sabe que aquello es un
establo. En cambio, si a su vez ese establo se encuentra en el País
de los Establos y tiene una política similar al del Condado -en la
que sería estadísticamente improbable que te encuentres con un
establo- diríamos que no sabe. Así podríamos seguir asumiendo
contextos en los que la atribución de conocimiento al observador
varíe continuamente, sin poder decir en definitiva si realmente sabe
o no sabe. Esto apunta a un escepticismo que veremos en el siguiente
apartado.
Aunque
estos ejemplos en los que la atribución de conocimiento se alterne
sean escasos en la realidad -dependiendo de la fiabilidad o no
fiabilidad-, sí pueden ocurrir. Por eso constituyen un contraejemplo
de peso para no poder caracterizar el fiabilismo como una
epistemología naturalista. Esto es a lo que Brandom llama “Error
Naturalista del fiabilismo”. Aquí queda respondida directamente la
pregunta que planteaba en la introducción, pero desde esto podemos
continuar mostrando algunas consecuencias y enseñanzas interesantes
de todo el análisis que hemos realizado de Brandom.
Causalidad,
Epistemología naturalista y escepticismo
Como
he mencionado anteriormente, el naturalismo señala a un escepticismo
no muy agresivo. El fiabilismo se podría caracterizar como una
epistemología naturalista si conociéramos todos los mecanismos de
adquisición de creencias y además fuéramos capaces de tener un
lenguaje y una significación cognitiva referida a todo lo existente.
Esto quiere decir que tenemos que conocer el universo entero y poseer
un lenguaje que haga referencia siempre respecto a la totalidad y un
conocimiento de todo lo que sucede o deja de suceder dentro del
mismo. Como esto se considera prácticamente imposible teniendo una
actitud optimista, podríamos decir que si tenemos una concepción
epistémica naturalista en la que haya que estudiar las relaciones
causales de todo, acabaríamos en el escepticismo, ya que nunca
seremos capaces de conocer todos esos mecanismos naturales causales.
El
conocimiento de las causas naturales por las que adquirimos creencia
es una actividad básica de la que podemos aprender mucho en
epistemología. Pero lo que no podemos hacer es relativizar la
epistemología como mera ciencia de causas naturales, porque estas
tienen una tarea titánica casi imposible de realizar. Por ello, una
concepción de fiabilismo naturalista tiene sentido ya que poco a
poco facilita y reconoce métodos de adquisición de creencias
fiables que nos sirven como justificación para atribuir
conocimiento. Por tanto, no tiene cabida esa equiparación de la
epistemología a la ciencia natural.
La
actitud de pedir y dar razones
En
un testimonio, la actividad de dar y pedir razones es fundamental.
Pedir razones a alguien es una estrategia de supervivencia que nos
ayuda en nuestra vida. Si nos aseguramos de que las fuentes de
información son fiables, tendremos más facilidad a la hora de
desenvolvernos en el mundo. En cierto sentido, esto es una enseñanza
oculta del fiabilismo. Pedir y dar razones es una actitud
epistémicamente sana, y comprobar que los mecanismos de adquisición
de creencias son fiables.
En
el día a día, estamos juzgando de fiables o no fiables a todas las
personas para determinados contextos. Por ejemplo, asumo que mi
profesor de epistemología es más fiable que mi hermano pequeño de
18 años a la hora de explicarme en qué consiste el escepticismo. En
cambio, considero una mejor fuente fiable de información a un médico
que a mi profesor de epistemología si le tengo que hacer una
consulta sobre un posible cáncer de próstata. La fiabilidad juega
un papel importantísimo en nuestro día a día, y los argumentos de
autoridad en cierta medida recurren a esto, a la fiabilidad de la
autoridad.
Podemos
relacionar en nuestra vida cotidiana cierta relación entre la
fiabilidad y la cultura. Lo que quiero mostrar es que la atribución
de conocimiento depende en cierta medida del contexto cultural en el
que nos encontremos, de nuestro conocimiento de cómo funciona el
mundo y de la adquisición de creencias. Veamos esto con el siguiente
ejemplo. En una tribu de Papúa, el Chamán de la tribu, después de
realizar un rito en el que toma ciertas sustancias mágicas y entra
en cierto estado de frenesí y catarsis con el entorno, afirma que ve
un espíritu cornudo y paticorto en la aldea que hace que las mujeres
sean menos fértiles y que, para ahuyentarlo, tienen que colgar
calabazas verdes en la puerta de cada choza y que cada mujer se tome
una cabeza de ajo al día para que le ayude a defenderse del demonio
cuando realizan sus tareas. Dentro de esta sociedad nadie dudaría de
que el demonio existe y de que la causa de la baja natalidad es el
espíritu maligno. Además confían plenamente en el chamán y
consideran que sus métodos para solucionar los problemas son
infalibles. Como vemos en esta situación, no importa si realmente
sabe o no el chamán lo que hace, lo importante es que la gente lo
crea para atribuirlo. Diferentes factores pueden condicionar a una
sociedad a considerar a un individuo más o menos fiable. Si este
chamán fuera a Granada y propusiera a un grupo de mujeres que
tuvieran problemas para concebir su remedio del ajo y la calabaza, se
reirían de él y no lo considerarían una fuente fiable de
conocimiento independientemente de que funcione o no. En primer lugar
porque toma psicotrópicos y en segundo lugar porque hay una
tendencia a menospreciar el pensamiento de sociedades primitivas. Lo
mismo ocurre en la calle cuando pedimos una dirección a alguien: nos
fiamos más de una persona bien vestida que de un vagabundo con una
botella de vino en la mano, independientemente de que el vagabundo se
haya recorrido todas las calles de la ciudad y sea un experto.
En
definitiva, hay ciertas relaciones sociales que nos empujan a fiarnos
más o menos de ciertas personas y esto no puede influir a la hora de
atribuir conocimiento. Del fiabilismo se aprende esta actitud de
pedir y dar razones para ver lo fiable que es un testimonio y así
ayudarnos en nuestra vida.
Bibliografía
usada
R.
BRANDOM, “Aciertos y Errores
del Fiabilismo”.
N.
GOODMAN, “Hecho ficción y
pronóstico”, Crítica, Madrid, 2004.
R.
BRANDOM, “Hacerlo Explícito”,
Herder S.A., Barcelona, 2005.
No hay comentarios:
Publicar un comentario