-¿Por qué hemos venimos hoy aquí maestro?
-¿Venir?¿Acaso crees que nos hemos ido de alguna parte?
-Bueno, siempre hemos estado junto al río, viendo a los peces bajar con la corriente. ¿Cómo dijites que se llamaba este lugar?
-Cima, la cima de una montaña de la madre tierra. Pero muchos otros la conocen como el monte del silencio. Aquí, desde hace décadas, la gente viene a recapacitar sobre la importancia de su vida. Pero ni aun así, por mucho que crea esa muchedumbre que por estar aquí arriba, en lo alto de toda vida, no es ni lo más alto de lo que cualquier individuo, libre de cualquier cadena, pueda llegar con su voluntad, aunque a veces recriminamos a los pájaros que vuelen más alto de lo que nuestros pies puedan alcanzar.
-Claro maestro, ellos parten con ventaja, tienen alas nosotros no. Si yo tuviera alas volaría por lo alto de estas riberas, incluso pasaría por los cultivos que mi padre labra con su sudor, y así ver cada día como la semilla del esfuerzo brota poco a poco hasta convertirse en flor madura. Pero estos sueños no sirven para engañar a mi estómago, poco cosa me llevo al diente estos días.
-Arkantos, creo que no comprendes lo que te digo, no hacen falta alas para poder volar, sólo fe y voluntad. El pobre no sabe lo desdichado que es hasta que no ve a otro que le sobre algún mendrugo de pan. Cuando yo era joven, había un viejo tullido en la fuente de Atenea. Yo tan curioso y despreocupado como cualquier chiquillo me acerqué a él y le pregunté: “Buen señor, con el día tan apacible que hace ¿por qué no pide limosna a la salida del templo?”. El anciano lejos de amilanarse se levantó con las poca fuerzas que tenía, y con muleta en mano dio media vuelta y señalando a la fuente, dijo con voz quebrada:”¿Ves el agua que cae de la primera concha y cae a la segunda? ¿Ves el agua cómo sigue cayendo de una concha a otra hasta que al final descansa sobre el mármol blanco?, pues a mí me falta toda la hipocresía de la gente que le da limosna al pordiosero a la salida del templo. Los bondadosos creen que por que sean caritativos cerca de la multitud los son más. Sólo aquel que regala lo que no necesita para vivir al desdichado en intimidad es digno de llamarse hombre de honor. Prefiero morir, que ser un perro hambriento de esas alimañas”. Entonces se sentó en su lugar de origen, esperando que la naturaleza moral de todos los ciudadanos de esta polis pueda resultar limpia de cualquier desperdicio. ¿Comprendes ahora cuándo te dijo que tu padre, con su trabajo en su labor esta adelgazando su alma, frente a esos que adulan por el precio de los materiales que la naturaleza nos ha entregado?
-Pero maestro, si mi padre es tan justo y válido como cualquier otro. ¿Por qué en mi casa tenemos que soportar la sombra alargada del hambre y la injusticia de estar perseguidor por haber nacido unas calles más abajo?
-No preguntes el por qué de las cosas, sino lo que lo causa. ¿El problema es de la sociedad o de los individuos que la componen? Podríamos pensar que la sociedad la ha creado un conjuntos de individuos civilizados que se unen contra las calamidades del destino. Pero yo te pregunto a ti joven aprendiz, ¿Crees qué hay que luchar contra la sociedad y los individuos que la componen? O ¿Hay que aceptar que la verdadera justicia y virtud nace lejos de los defectos del hombre civilizado?
- Si luchar contra la sociedad y contra los individuos que la componen supone que el hambriento es alimentado, que el analfabeto es educado, y que el desgraciado es consolado, seré el primero que empuñe el acero contra cualquier garganta indigna que corte mi camino.
-¡Siempre tan rebelde y cabezón¡ Recuerda que una palabra bien dicha a tiempo hace más que cualquier batallón de soldados. La violencia no es algo gratuito que se haya que repartir, la educación es el verdadero poder de una sociedad y no el número de armas que rondan entre sus callejones ocultos.
-Entonces maestro, ¿Estás en contra de las campañas que se están librando en oriente para conquistar nuevas tierras prósperas?
- A veces hay algo más que grandeza, la borrachera de poder es un gran peligro para el hombre. Los ciudadanos creen que por que conquistemos nuevas tierras, traigamos las mejores sedas y especias, aquellos a los que nosotros llamamos incivilizado se arrodillaran ante nosotros. La realidad es que estamos robándole su identidad, estamos creado esclavos para nuestro propio uso, no le damos la oportunidad de recapacitar y ser felices, estamos haciendo de las personas objetos. Arkantos, no juzgues lo desdichado que eres por lo lleno que esté tu estómago, sino por lo limpia y pura que sea tu alma. Piensa que si tu estómago estuviera siempre lleno, sin tener que luchar por ello, tu mente se atrofiaría y tu alma estaría condenada como aquellos que ponen precio a la vida de los esclavos, somos como somos y negarse a actuar de forma pura es negarse a vivir.
- Maestro, a veces pienso que el destino nos guarda alguna sorpresa, pero lo que no entiendo porqué la gente juzga a los demás continuamente.
- La gente siente miedo, piensa que son débiles, por ello intentan derrumbar al fuerte. La gente juzga a los demás por lo buenos que son sus ropajes, pero se olvidad sin razón aparente que los seres más puros que hay bajo la cúpula celeste, son los recién nacidos, libres de cualquier túnica que les venga demasiado grande. Al nacer todo somos iguales, nunca lo olvides, lo único que nos hace diferentes es como vivimos nuestras vidas, pero por muchas diferencias que haya siempre acabará igual, con la muerte. Entonces no creas que unos son mejores que otros, porque todos por muy afortunados que hayan sido, el final siempre será el mismo que el de los desgraciados, ser carne para gusanos.
-Maestro, ¿Tiene miedo a la muerte?
-Arkantos, temer a lo desconocido es humano, pero este es otro tema que hablaremos otro día, el sol se está empezando a esconder tras las montañas, la clase por hoy ha acabado.
Maestro y alumno bajaron el monte en silencio, recapacitando como cualquier otro día sobre lo acontecido. Al llegar a su hogar, con los últimos rayos de sol en su rostro, Lucio escribía:
…Y aunque crezca de nuevo los rosales,
el invierno resquebrajará cualquier pétalo,
aquellos con los que un día soñamos,
que adornará la barcaza de Caronte.
¿ Quién me presta algo de infortunio?
¿Por qué no?
Todos sabemos que el calor de unas piernas lozanas,
es maravilloso, pero ¿ Por qué?
Sólo, cuando se vuelve a llenar las tinajas de agua fresca,
Sentimos, como los recuerdos más olvidados brotan,
Aunque crezcan de nuevo los rosales…
A ver si actualizas más a menudo, que me gusta leerte :)
ResponderEliminaradivina quién soy¡¡¡¡¡ ;)
Yo si sé quien eres jajajaja
ResponderEliminarAh, no eres tú, menos mal
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